Ese era yo. Llevaba años trabajando en la misma empresa, en el mismo producto, y tenía un problema: había realizado la visión de producto. De acuerdo, con matices, porque la visión siempre evoluciona a medida que la realidad (el mercado) va poniendo las cosas en su sitio. El caso es que habíamos llegado a donde había que llegar, después de un gran esfuerzo, y ya no me sentía con el ímpetu necesario como para dar una nueva vuelta de tuerca a esa visión. Estaba, hasta cierto punto, “satisfecho” con lo que habíamos creado.
Cuando hablabla con clientes, sentía que no aprendía nada nuevo, que esa conversación ya la había tenido antes. O lo que otrora eran reuniones creativas e informales con ventas, marketing o el propio CEO, pasaron a ser encuentros monótonos y burocráticos. O volvíamos a optimizar una funcionalidad que ya habíamos A/B tested hasta la saciedad. O me faltaban razones e ilusión para defender nuevas funcionalidades, para guiar al Equipo de Desarrollo hacia nuevos horizontes. O sentía que la plataforma estaba bien como estaba, que como mucho debíamos quitar funcionalidad, pues cada nuevo proyecto solo haría introducir más ruido y escaso valor. Por si a alguien le surge la duda, el de Product Owner es un puesto de los más exigentes desde un punto de vista intelectual. Son malabares continuos. Interpretas las necesidades de clientes, de usuarios, las propias de la empresa y los diversos departamentos, y todo ello lo contrastas con la visión que tienes –que comunicas a cada oportunidad- para el producto. Y trabajas con el Equipo para que la visión se materialice, de nuevo haciendo más malabares y piruetas varias. Ser el buen Product Owner no es nada sencillo.
Así las cosas, supe que era el momento de irme.
Me plantee dos opciones:
– Tomarme un descanso de varios meses para desconectar, liberar la mente y quizás encontrar nuevas fuentes de inspiración. Esta posibilidad me pareció poco probable, pues mi cabeza estaba ya pensando en otros proyectos.
– Buscar a un sustituto y marcharme. Me preocupaba dejar al equipo en buenas manos. Entendí que “mi último servicio”, para con mis compañeros y el propio producto, debía ser el encontrar a alguien que pudiera traer la energía que yo ya no tenía y llevar la plataforma por nuevos derroteros. Me impliqué en el proceso de búsqueda y selección de esa persona e, incluso, pasamos un tiempo juntos tras su incorporación para hacer una buena transferencia de conocimiento.
Visto en perspectiva, creo que la decisión fue un acierto -y ya me gustaría poder decir esto de todas mis decisiones-. Ese Equipo sigue unido hoy, después de muchos años, y han continuado mejorando el producto paulatinamente, de la mano de ese nuevo Product Owner. A su vez, yo encontré nuevos retos profesionales con los que realizarme.
Un Product Owner sin visión -o con una visión que de alguna manera ha completado, que ha agotado- poco valor puede crear.
¿Te has encontrado en una situación similar de “extenuación” de la visión de producto? ¿Cómo lo has resuelto? ¿Pudiste renovar la visión y tus ganas? ¿Cómo evitarías llegar a esta situación?
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